El deseo de ser otra persona. ¿Quién no lo…
Acaba de salir al inagotable mercado de las App´s una llamada: Masquerade.
―¡Genial! ―me dije al ver cómo funciona―. Algún sabio tecnológico ha abierto otra puerta al inconsciente colectivo y seguro va a llenar sus cuentas bancarias con la mente infantil que todos llevamos por dentro…y a veces, por fuera.
El caso es que la aplicación esta permite que uno modifique su aspecto externo, se tome un vídeo o una foto y la envíe a sus contactos en redes sociales para que compartan la diversión de ser otro individuo, más feo o más bonito, pero diferente a lo que uno es cotidianamente.
―¡Grande! ―me disculpas, pero tengo que volver a aplaudir―. Por fin, hay un medio menos drástico que la cirugía estética, el tatuaje de cuerpo entero o la desfiguración total, para jugar con los lamentables rasgos que Dios nos dio.
Los anhelos reflejados en las operaciones físicas, así como los patéticos intentos que proporcionaban los disfraces del Carnaval y el tétrico Halloween, han quedado en el olvido.
¿Y qué decir de esos roles que uno nunca quiere admitir que le encantaría representar?
A ver, ¿quién no ha soñado con aparecer en la portada de una revista de modas o en esos catálogos de fisicoculturismo que se ven en las salas de los gimnasios?
¿Cuál mujer no suspira de envidia al ver el cutis satinado que exhibe Melania Trump a sus 40 años de edad? ¿Cuántos hombres no darían un brazo y una pierna por tener las facciones de Brad Pitt o cualquiera de esos galanes del cine?
Vamos… ¡sinceridad! Todo el mundo tiene su narcisismo. Ya sea abierto o disimulado con una modestia de convento, a todos nos afecta un Ego que quiere ser otro.
Quienes lamentan no poder ser lo que no son, tienen ahora la oportunidad para sacarse el clavo y lo mejor es que cuentan con la protección que brinda la comunidad mediática que aborrece el lenguaje hablado o escrito.
Por ejemplo, una madre que no quiere ser tildada de regañona, puede reprender al hijo que se pasa el día persiguiendo a Pokémon por la calle, enviándole una cara terrible diseñada en Masquerade.
Un enamorado temeroso de repulsa por parte del objeto de su interés, le pone en la pantalla del móvil una imagen seductora que movilice su flujo hormonal y ¡listo!
Una vez enganchada en el intercambio figurativo, lo demás será un placentero sexo virtual y en caso de que la cosa no funcione, tendrá a mano un valioso recurso para evitar recriminaciones.
―Fue otro el mentiroso ― se defenderá el farsante―. ¡Ese que viste en Masquerade ha sido el de la falla! Mi verdadero Yo es todo un as.
Ya ves, pues. Somos libres para fantasear y hacer realidad lo que antes era irrealizable.
Por mi parte, voy a aprovechar la confusión y escabullirme firmando de otra manera este artículo.
Tal vez las críticas que merezca el mismo, se las dirijan al personaje que he colocado en la imagen anexa. ¡Un viva por Masquerade!
Au revoir, mes amis!
Firma: Cyranito de Bergerac.
2 COMENTARIOS
Curiosamente quizás, para un psicólogo inteligente como tu, yo nunca he sentido el deseo de ser alguien mas, o distinto (aceptando que adolezco de numerosas imperfecciones fisicas y no fisicas). No niego que me encantaría tener los looks de Angelina Jolie e incluso la eterna beldad de Sofia Loren. SI he deseado,- por aquello de la cochina envidia que uno trata de reprimir- TENER algunas virtudes, capacidades y/o talentos de otras personas, así como cosas materiales, sin aspirar a que sean mansiones, yates o aviones, Me conformaría con una situación económica estable que me permita una vida placentera y sin angustias. O sea, PAZ.
Bueno…tal vez soñar o fantasear con una vida mejor sea una forma de no ser uno mismo. ¿Quién sabe? Gracias por leerme y dejar tus gratos comentarios.