
¡Gloria a Dios en el cielo!… ¿y qué venía…
En tiempos de mi infancia y hasta comienzos de la adolescencia, solía entonarse no solo en las iglesias, sino en ciertos espacios de radio y televisión, un himno de nombre, Gloria in Excelsis Deo (Gloria a Dios en el cielo) el cual aludía a la proclama que los ángeles eligieron para el momento del nacimiento de Jesús.
Aquel texto inicial era seguido por una exhortación a que en la Tierra hubiera paz para los hombres de buena voluntad.
Mi limitada capacidad para procesar mensajes que tuvieran un cierto nivel de abstracción, siempre me dejaba confuso sobre el significado de la última estrofa.
¿Paz solamente para los hombres?, ¿y por qué no también para las mujeres y los niños? ¿Qué era eso de la «buena voluntad»?
Tanto en casa como en el colegio, me pedían voluntad para levantarme temprano, ayudar en las labores hogareñas y desde luego, para hacer las tareas; pero jamás escuchaba calificar a la energía que necesitaba para cumplir con mis trabajos como «buena» o «mala». ¿Estaría haciendo lo que esperaban los emisarios celestiales? ¿Recibiría una bendición desde las alturas o estaría expuesto al castigo de no hallar la paz en mi recorrido terrenal?
Un día, para salir de dudas, consulté a un sacerdote amigo de la familia. El buen cura oyó con cuidado mis lamentaciones pre-neuróticas para luego responder esbozando una sonrisa socarrona:
―No te preocupes mucho por eso, hijo. En la Tierra no ha habido ni habrá, paz y los hombres, o mujeres, de buena voluntad cada día son más escasos, porque somos estúpidos por naturaleza. Tú, mira de portarte lo mejor que puedas y ya verán esos ángeles qué hacer contigo.
Debo decir que quedé muy satisfecho, sobre todo por la coletilla «portarte lo mejor que puedas» (no me exigía la perfección) y me fui a jugar con mis amigos, sin continuar evaluando las propuestas del catecismo.
Hoy he recordado de nuevo el bendito mensaje angelical porque la verdad es que el prelado aquel tenía toda la razón. Tanto en la prensa escrita, así como en la radio o la televisión no encuentro más que noticias sobre guerras, asaltos y daños diversos entre los hombres (y las mujeres).
La voluntad que se observa por todas partes en la Tierra, parece ser tan mala como la que debe haber en los círculos que el famoso Dante Alighieri les atribuyo a los infiernos.
Y vuelven a rondar en mi mente las preguntas, ahora sí, neuróticas:
¿Dónde se habrán ido los ángeles que en Diciembre salían a arrullar a los niños con sus cantos y a repartir bendiciones entre la gente mayor?
¿Qué destino tendrá la especie humana que no renuncia a la estupidez y más bien se regodea en ella?
¿Bastará con que yo me porte lo mejor que pueda y el resto de los mortales siga empeñado en perjudicar a los demás?
Presiento que esta vez he de quedarme sin respuestas que alivien mi inquietud.
Lástima que mi ingenuidad ya no sea tanta como para ir a consultar a otro intermediario entre los espacios siderales y el duro planeta que nos ha tocado en suerte.
Sería agradable volver al campo de juegos sin el temor de ser atropellado por algún desconsiderado; pero bueno… de eso se trata crecer, de vivir en el riesgo confiando en la propia inteligencia y de tener el ojo para juntarse solamente con la gente más sana.
De cualquier manera: ¡Que haya paz para todos!