La negación, ¿un mecanismo que debes evitar a toda…
Negar es «cerrar los ojos» como medio de protección contra una realidad que nos amenaza y de la cual no sabemos ―o no podemos― defendernos.
Mi entrenamiento profesional contenía serias advertencia sobre el peligro de dejar que mis pacientes se encerraran en la negación y que los acontecimientos les pasaran por encima.
Debo decir que aquellos instructores eran bastante estrictos y por nada del mundo iban a permitir excepciones a la regla.
La cosa era:
― ¡Usted tumba a cañonazos esas defensas y luego, a liarse a los golpes con los contenidos ocultos!
Sin embargo, en el hospital donde me desempeñé durante los primeros años encontré casos que, para resumirlos en una sola imagen, se parecían mucho al de la madre de Forrest Gump. ¿Recuerdas?
A la señora Gump le informaron que su hijo padecía de discapacidad intelectual con limitaciones motoras; pero si algo hizo la buena mujer fue no dejarse limitar en sus esfuerzos y allí mismo arrancó la campaña de mejoramiento que llevó a Forrest… pues a lo que lo llevó.
Desde aquellos días he podido comprobar, tanto en la consulta terapéutica como en la observación del comportamiento cotidiano de la gente, que la negación en dosis adecuadas y en situaciones de un realismo poco prometedor, no solo es inevitable sino que además puede ser recomendable.
¿Cómo si no, se enfrenta un panorama de enfermedades graves que les han sido diagnosticadas a personas queridas o a uno mismo?
¿Cómo se mantiene la energía para seguir luchando, si se anula toda esperanza?
¿Acaso, hundiéndose en una resignación depresiva la madre de Forrest Gump o cualquiera de las que conocí en mi hospital, habrían sido más útiles para la aplicación de las terapias respectivas?
Yo no lo creo. La experiencia me ha enseñado a ser menos arrogante y a no ceñirme palabra por palabra al manual de procedimientos que redactaron herr Freud o los académicos que siguieron su línea teórica.
De modo que, si lo que tienes frente a tus ojos es un escenario digno del infierno dantesco y solo te queda volverte ciego(a), sordo(a) o mudo(a), mientras pasa el chaparrón… ¡adelante!
Eso sí, sin dejar de tantear con las manos en procura de un instrumento que sirva para cambiar en algo el espectro de posibilidades.
Pero cuando no queda sino la esperanza y la vocación de rezar por un milagro, usa esa parte negadora de los niños y canta para tus adentros repitiendo como el trencito aquel:
― ¡Yo sí puedo!… ¡Yo sí puedo!… ¡Yo sí puedo!…
1 COMENTARIO
De acuerdo contigo Cesar, como la película la vida es bella, el padre sabia la catástrofe y le creo un mundo imaginario al hijo. Considero que hoy en día los padres debemos sabernos manejar con cuidado de como ventilados los temas nacionales en casa, para que no afecte a nuestros hijos.