«Limpiando café» o el fastidioso problema de los improvisados
De nuevo tengo que alzar mi voz para alertar sobre el problema de la intromisión de inexpertos en un campo que no les corresponde, por la simple razón de que no están capacitados para ello.
Siempre que recibo en consulta a alguien que viene manoseado por coaches, «renacedores» brujos o «iluminados», recuerdo a los médicos que atendían la Emergencia en el Hospital de Niños de Caracas.
Era frecuente escucharles decir a aquellos pediatras que cuando les llegaba un paciente con cortaduras de alguna severidad, perdían más tiempo limpiando el café en polvo que las madres les habían puesto como medida para cortar la hemorragia que suturando las heridas.
Eso mismo tengo que hacer con los conceptos, las ideas y el mejunje filosófico que los improvisados les meten en la cabeza a personas necesitadas de un adecuado enfoque terapéutico.
Mi más reciente experiencia con el fastidio de «limpiar café», ha sido un hombre de 33 años quien fue víctima de una horrenda transgresión por parte, nada menos que de… ¡su padre!
¡Sí!, el progenitor autoritario que lo educó en forma despótica y le domesticó hasta el punto de hacerlo un individuo sumiso y apocado, le concedió ahora la «gracia» de seducir a su mujer que tenía dos meses de embarazo, hacerla abortar y quedársela luego, dejando a este joven más destruido de como ya estaba.
¿Qué sucedió a continuación? Pues que una tía materna, muy motivada hacia la ideología del perdón quiso ayudarlo (seguro de buena fe) en su horrible estado depresivo y literalmente lo obligó a acompañarla al taller que dictaba uno de los representantes más reputados de la corriente que ella suscribía.
En el maratónico fin de semana ―el cual de paso, le costó un ojo de la cara―, el «sabihondo» le inoculó sentimientos culposos, nociones junguianas (de Jung), filosofía esotérica y por supuesto, extractos de la biblia, del Corán y no sé si de la Torá judía.
¿Resultado? El tipo aturdido, empobrecido tanto en sus cuentas bancarias como en su personalidad, resignado a perdonar al «fabuloso» padre que le robó a la no menos culpable esposa y un caos mental de proporciones enciclopédicas.
Viendo el desastre que era el pobre señor, un buen amigo le instó a que llamara a un profesional que hubiera estudiado algo de psicoterapia científica y le dio mi número de teléfono.
Total, que aquí estoy, dedicado a la limpieza del «café» que le ha infestado la herida emocional a esta ingenua víctima del boato publicitario, enaltecedor de los mismos embaucadores de toda la vida, tan famosos antes por sus brebajes sanadores como ahora, por sus productivos rituales televisados.
Nada que hacer…la gente los seguirá y yo mantendré funcionando mi fastidiosa lavandería cafetera.
Dios me dé paciencia.
2 COMENTARIOS
Ciertamente, zapatero a sus zapatos. La ingenuidad de los incautos y el exceso de embaucadores, parece no tener límites. Nos hace falta, como sociedad, mucho sentido común y menos pensamiento mágico.
Bravo amigo! Siempre te he admirado como profesional y apreciado intensamente como amigo. Conociéndote en ambos aspectos, en mi medida, sé que este es un gran reto y de antemano te felicito. Sé que lograrás tu objetivo y en especial tratándose de un ser tan maltratado por la vida y por malvados e incapaces. Aquí entran en juego tu parte profesional y humana.