
Los amores condicionales o la técnica de: «Si no…
Lo digo sin vacilación alguna: tanto en el amor de pareja como en las amistades, debería excluirse el uso del Sí condicional.
Frases al estilo de: «Si de verdad me quieres…» o «Si eres mi amigo(a)…», casi siempre encubren una posición chantajista destinada a manipular la voluntad del otro y obligarlo a hacer algo que por sí solo, probablemente no haría.
¿Es compatible el chantaje con sentimientos genuinos y honestos?
De inmediato respondo que no lo es, pero dada la variedad de significados e interpretaciones que siempre se le ha dado a lo que uno siente, seguramente alguien saldrá a decir que las pruebas de amor o amistad son válidas y exigirlas, una demostración de interés romántico.
Desde luego, cada cual escoge etiquetar sus cosas del modo que le parezca. No obstante, al juzgar las acciones por sus resultados no queda otra alternativa que reconocer a la espontaneidad como la mejor representante de un saludable intercambio afectivo.
Quien ama honestamente y espera lo mismo de su contraparte, no necesita someter al otro a constantes tests de fiabilidad ni a juegos mentales en los cuales es fácil predecir el ganador, ya que suele ser aquel que impone las reglas. Es decir, el que planteó las dudas para que sea el otro quien se las resuelva.
A riesgo de ganarme la reprobación de los inseguros y de quienes defienden la postura de no razonar las emociones, mi recomendación es detectar y cortar desde el inicio cualquier aproximación del tipo descrito.
Quizás una drástica devolución de pelota, respondiendo algo como:
―Un momento, si de verdad me quieres (o si somos amigos), no pondrás en duda mi sinceridad― serviría al propósito de romper el intento de manipulación y favorecer la libertad a la que todos tenemos derecho.
Después de todo, lo que es igual no es trampa. ¿Cierto?
Mi consejo es que descartes cualquier tendencia a caer en la trampa y someterte a la voluntad de una persona neurótica que necesita demostrar su dominio o reasegurar su esquema afectivo lleno de dudas sobre su calidad como individuo valioso.
Si cedes y negocias sobre las bases de un chantaje, con el tiempo te arrepentirás de haberte enredado en un vínculo condicionado por los interminables: «Si me quieres…», «Si eres quien yo creo…» y tantas fórmulas agobiantes que en nada se parecen al amor verdadero.
¡Piénsalo!