
Los hombres de hoy. Entre malos y desconocidos.
Sin duda voy a ser subjetivo en este artículo, en primer lugar porque pertenezco al gremio masculino y en segundo, porque la objetividad absoluta es un mito. Siempre que uno sea humano, será subjetivo.
Dicho esto, paso a meterme en el berenjenal de la manida discusión sobre el rol que cumple el hombre en la sociedad actual.
El caso es que me he pasado los últimos tiempos siendo espectador de lo que acontece en el escenario que nos han pintado los medios de comunicación y las redes sociales, descubriendo varios puntos interesantes que deberían ser tomados en cuenta a la hora de emitir una opinión más o menos seria.
Por ejemplo, reviso los cambios en mi consulta desde el año 2010 a esta parte y encuentro que el porcentaje anterior de mujeres ha disminuido en relación al de hombres que solicitan mi asesoría por decisión propia y no porque los mandan sus atribuladas esposas o novias, víctimas de maltratos.
Dentro de los motivos de consulta más frecuentes están los de adquirir herramientas para manejar el estrés laboral, resolver conflictos generados por la crianza o mejorar su eficiencia personal en términos de pareja y familia.
Otro dato llamativo es el número de hombres que hoy en día no sienten vergüenza alguna por andar con sus hijos recién nacidos, colgados al pecho cual medallas al mérito por los servicios cumplidos.
Tampoco es extraño observar ejemplares masculinos en el mercado haciendo la compra para la casa, asistidos ―desde luego― por una larga y detallada lista que la mujer les ha metido en el bolsillo.
Ver más padres en los parques jugando con sus hijos; escuchar a un individuo joven decir que no desea caer en la red de la vampiresa que le hace guiños desde la barra de un bar, porque él tiene novia; oír a mis pacientes (hombres) afirmando sin rubor alguno que trabajan el doble porque llegan de la oficina a colaborar con la cocina, la limpieza o el buen ambiente del hogar, son hechos que me convencen de que estos «desconocidos» no son los ogros feroces que nos pinta el feminismo radical.
Por supuesto que hay los asesinos, borrachines, abusadores y poseedores de cualquier otra característica reprochable que uno quiera señalar.
¡Los hay, sí! Esos son los malos, Al igual como hay mujeres perversas al estilo Lucrecia Borgia, Johanne Dennehy o la aterradora Belle Gunness. Pero, ¿se justifica un juicio generalizado y terminante que abarque a TODOS los hombres o TODAS las mujeres?
Mientras medito sobre este asunto de una supuesta enemistad entre los sexos, me llega un tufillo apestoso a manipulación interesada, sabe Dios con qué ocultos propósitos.
Pensar en una civilización habitada solo por mujeres que se han liberado del «heteropatriarcado», me suena a un mundo de Amazonas guerreras, amargadas por no tener a quien combatir, a las que no les queda otra alternativa que soltar las armas e irse a preparar la comida, zurcir la ropa desastrada a falta de unos ojos masculinos a quien lucirla y dormir soñando con las épocas en que unos buenos hombres les hacían la vida un poco más sencilla y divertida.
―¡Maldita liberación! ―me parece escuchar que masculla una hermosa y joven amazona mirando a las estrellas.