Mucha literatura ha girado alrededor de la figura materna como proveedora de afecto, cuidados y todas las buenas virtudes que se le puedan reconocer a una santa madre.

Sin embargo, algo similar no ocurre con el representante masculino de la pareja parental.

Al padre, por lo general, se le ubica en un plano menos glorioso y cuando la trama de una novela o de un drama cinematográfico requiere de estremecimientos o pelos erizados, no tardará en aparecer vestido de Júpiter tonante agresivo, si es que no lo vemos en el triste papel de un andrajoso que abandonó el hogar de forma irresponsable y ahora regresa a solicitar un perdón que tal vez no consiga.

Pues bien, dado que la mente humana se organiza en términos de la incorporación de modelos y experiencias vitales que ellos transmiten, sucede que en ocasiones el rol paterno queda relegado a un estado lamentable del cual haríamos bien en rescatarlo.

Ese hombre, elegido por nuestra madre para procrearnos, no es simplemente un donante de cromosomas y mucho menos una entelequia sin importancia de la cual podemos prescindir sin consecuencias visibles.

En el fondo del inconsciente su presencia ―o ausencia― va a influir de manera decisiva en muchas de las acciones que vamos a desplegar en nuestra vida.

Un padre comprensivo, sin llegar a ser excesivamente tolerante, es un agente motivador para que el hijo compita sin el riesgo de autosabotearse o derrotarse antes de empezar.

Un padre estimulante es uno que modela el éxito sin arrogancia y acepta la derrota sin un dedo acusador apuntado hacia su frente o hacia la de los demás.

Su función en ambos casos es integrar al individuo que está en formación y dotarle con las cualidades que le llevarán a ser un sujeto saludable, enrumbado hacia metas elevadas.

Por el contrario, la figura paterna internalizada como un perseguidor mal encarado dispuesto a castigar la menor equivocación que podamos cometer, en lo absoluto contribuye a nuestro bienestar emocional.

El «monstruo» que fabricó personajes tenebrosos como Hitler, Castro, Mao, Hussein, Stalin y tantos otros tiranos que han asolado el mundo, no puede continuar haciendo estragos en la personalidad de sus hijos.

Definitivamente, es una necesidad impostergable revisar el rol de los hombres en su ejercicio paternal y desde luego, examinar con mucho cuidado al padre que cada uno lleva en su mente.

Allí puede haber un verdugo dañino y mutilador o un héroe digno de ser imitado como ejemplo de competidor victorioso y tolerante con el derrotado.

Hagámoslo consciente, tengamos una plática constructiva con él y saquemos de allí la relación que sirva a nuestros mejores intereses.

Es un paso de crecimiento que permite aumentar la posibilidad de vivir con un pronóstico favorable de salud y alegría.

¿Acaso no es eso lo que un padre nutritivo quiere para sus herederos?