La venganza es dulce. ¿Cierto o falso? (Mi artículo…
«Ojo por ojo y diente por diente» es el enunciado de la famosa Ley del Talión, recogida en los textos bíblicos y proclamada con efusividad por todo aquel que ande en busca de vengar un agravio recibido.
De acuerdo a la interpretación que se le suele dar a esta consigna, junto con otros condimentos que luego se le han venido añadiendo, la venganza no solo es lícita sino además, dulce y deseable.
¿Cierto? ¡No!
En el ámbito psicológico no se considera el acto de la retaliación como una vía para derivar paz interna y mucho menos conseguir satisfacciones personales a largo plazo.
Desde luego, la etiqueta de haber «hecho justicia» suaviza y tranquiliza momentáneamente la consciencia; pero una somera revisión a la historia nos demuestra que escalar los conflictos apelando al uso de la violencia o cualquier tipo de retaliación, solo ha dado pie a terribles reacciones en cadena, sin un fin previsible.
La nefasta fórmula sería: Tú me haces algo malo-Yo te devuelvo el golpe-Tú no te quedas con él y me agredes-Yo me vengo nuevamente… y así hasta el infinito.
―¿Significa esto que tengo que perdonar y pasar la página, como recomiendan los profetas del New Age? ―me preguntó en cierta ocasión un paciente.
―En lo absoluto ―le respondí e igualmente lo digo aquí―. El perdón funciona si ha habido una adecuada reparación. De lo contrario, no es posible quedarse cruzado de brazos con una cara de angelito serenado. La lesión emocional sigue existiendo aunque la disimules o te atiborres de buenas intenciones.
La solución puede estar en exigir el lógico resarcimiento o acudir a la autoridad correspondiente, si el daño ha sido severo. Pero acogerse a la Ley del Talión y creer en la «dulzura» de la venganza, de ningún modo es recomendable.
Como bien dijera Gandhi: Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego.
1 COMENTARIO
Nunca vayas con la idea de vengarte de quien no tiene la culpa. El estúpido tiene tendencia a culpar a otros inocentes del mal que le han hecho en su pasado, y a tomárselo todo como si fuera algo personal lo que le ocurre, y no lo es, debido a eso recurre tanto a la descalificación y a la brusquedad en sus reacciones. Lo correcto, es que si alguien te provoca una afrenta, devuélveselo con un bien en cuanto antes, y desaparece lo más deprisa que puedas de su vida, sin remordimientos ni rencores, limpia de corazón y aliviada, y si por casualidad vuelves a encontrarte en el futuro con esa persona, le saludas como si no hubiera pasado nada malo entre vosotros, con amabilidad y sin animadversión, sin entretenerte demasiado, esa es la mejor actitud ante la maldad. Saldrá palmando seguro, al perderte el que te hizo mal, ya se percatará de tu falta, así es la ausencia, la que abre los ojos de la razón, tan sólo en la pérdida eres realmente valorado, y porque la vida es una gran maestra, y si no se entera de la lección recibida, pues peor para ella, no habrá aprendido nada, ya que vivir sin aprender es lo más nefasto que le puede pasar a alguien. Las ansias de venganza no van conmigo.
La vengaza es un estado mental nocivo para el que la padece, que no hace mejorar tu futuro, si no que en la mayor parte de los casos lo perjudica. Por eso, es bueno buscar distracciones que ayuden a evitar que los pensamientos repetitivos de odio e irá, desaparezcan lo antes y más posible, conocer gente nueva aunque te puedas llevar nuevos desengañpos. Por ejemplo, hacer deporte, leer, escribir, y viajar todo lo que puedas. Con el cambio de costumbres, se rompe la tendencia a rebozarte siempre en lo mismo o a fantasear con cobrarte revancha. Por otro lado, también se puede optar por llegar a vengarse de una manera indirecta, que sea provechoso y constructivo para ti, actuar pensando que siempre la opción del mal menor, es lo mejor. Utilizando esas ganas de desquite haciendo que el progreso personal,valga como lección de vida para quienes nos quisieron perjudicar, mostrando que sus intentos de dañarnos son tentativas en vano. Con la venganza demuestras tu debilidad, y te haces más vulnerable a los demás.
ARTURO KORTÁZAR AZPILIKUETA MARTIKORENA ©