¿Resignarse o aceptar?… Hay diferencias.
Un paciente nuevo (lo llamaremos P.) me ha pedido que haga a mis lectores, la misma diferenciación que le planteé a él en su primera consulta.
Al señor P. le pareció que sería de utilidad evitarles la confusión entre lo que es una resignación a los hechos y la verdadera aceptación.
A partir de su divorcio ―el cual tuvo lugar a principios de este año― y con motivo de un estado depresivo que se le instaló, decidió inscribirse en un taller de autoestima, donde le enseñaron el poder de resignarse y «pasar la página» de inmediato.
Sin embargo, le fue imposible alcanzar la meta prevista y aun cuando bajó su necesidad de seguir insistiendo para reanudar la pareja, el dolor y sobre todo, la rabia por la forma como fue despachado, han continuado amargándole la vida.
Lo que no pudo hacer el buen hombre con el aprendizaje sugerido, fue precisamente controlar esas emociones que bullían con furor en el interior de su alma.
Él se resignó con honestidad y firmeza de voluntad; pero no era eso lo que se le debía recomendar. La resignación es bajar la cabeza, soportar la frustración y morderse los intestinos sin chistar hasta que se calme la tormenta.
El problema es que la tormenta se calma de momento, sin que se resuelvan los conflictos causados por el evento traumático o indeseable.
En cambio, la aceptación es el proceso que lleva a una solución más positiva.
Aceptar significa mirar la realidad tal como es, evaluar los recursos que tenemos para enfrentarla, medir el alcance de lo que podemos hacer para cambiar el panorama y probar las mejores estrategias para propiciar una modificación que satisfaga nuestras aspiraciones.
De agotarse las posibilidades y no lograr lo deseado, entonces se toma otra decisión tal como recoger los bártulos y largarse de allí a intentar por otros caminos o comenzar la etapa de elaboración del duelo.
Las emociones fluyen sobre un terreno productivo y más temprano que tarde se puede «pasar la página» (con todo lo que me desagrada esa frase hecha y poco significativa).
Espero haber cumplido con el encargo hecho por mi paciente y que tanto él como mis amables lectores prefieran la aceptación con serenidad en lugar de vivir sumidos en la resignación, rabiosos y adoloridos, acogiendo los consejos de la Psicología fast food.
Ojalá pronto pueda darles buenas noticias sobre la evolución de P.